jueves, 12 de marzo de 2009

The Horizon Road


A veces siento que mi piel es mi único bien material



Camino…

Siento el frío que me quema, la brisa helada que me congela, la lluvia implacable cae sobre mi rostro demacrado y mi cuerpo poco cubierto. Por alguna razón, por alguna extraña razón, no busco resguardo, no salgo corriendo como la mayoría de la gente que me rodea, solo dejo que la lluvia caiga y me moje, que me limpie, que se lleve mis penas y ahogue mis pecados.

La lluvia no me detiene, sigo caminando…

A veces me pregunto dónde habrán quedado mis guías, esas personas que me ayudaban en el camino y no me dejaban caer. Los perdí en algún punto. Me gustaría volver a encontrarlos, sin ellos me siento sólo, perdido, como si estuviera en un país extranjero donde nadie habla mi lengua y la lengua de ellos es ininteligible para mí, es decir, los escucho pero no sé que dicen. La única voz que entiendo, a medias, es esa que viene de mi mismo, pero no de mis cuerdas vocales, viene de mi mente, me agobia, me atormenta y se lleva el poco de cordura que queda en mí.

La voz me distrae, no me detiene…

Camino sin rumbo por una senda sin fin, sin sentido, pero que igual recorro. Sé que he estado aquí antes, me sé el camino casi de memoria, sé donde girar o detenerme, pero lo hago por inercia, nada me asombra, nada me emociona, todo me da igual. Esa senda está llena de gente, pero ellos caminan en mi contra, son personas que no conozco, busco una cara que no encuentro, intento escuchar pero no hay sonidos, busco un lugar pero el camino está vacío. De pronto esos rostros desconocidos pierden todo rasgo humano posible, no son ni siquiera personas contra quienes camino.

Ellos, son seres de extraño aspecto, que me halan, me empujan, me ganan en número y en fuerza. Ellos no son más que mis demonios internos, que lograron escapar de mi subconsciente y se materializaron para espantarme y llevarme con ellos a quien sabe dónde.

Son muy fuertes ellos, logran detenerme, trato de luchar, es difícil. Estoy cansado, no me quedan fuerzas.

Abandono toda esperanza de vencerlos y simplemente me dejo llevar, ya nada importa, nada tiene sentido, dejo que me carguen y veo mi vida escapar en cada suspiro. Ya no tengo frio, ya no lloro, ya no grito, ya nada me duele, creo que estoy muriendo y de verdad no se siente nada mal, de haber sabido que era así me hubiera rendido hace algunos años, quizás.

Ahora sí escucho voces, millones de ellas, que me gritan y juzgan, que me recuerdan todo lo que hice mal en mi vida, me recuerdan a quien herí, a quien juzgué sin saber de quién me burlé, de quién me aproveché. Me dibujan el peor villano de cualquier cuento de niños, y ese villano soy yo. Al parecer no hacen mal ellos, solo quieren librar al mundo de semejante personaje egoísta y egocéntrico como yo.

Al ver pequeños momentos de mi vida donde pensé solo en mí mismo e hice daño a otros me siento una escoria, una basura, un ser que no merece ni siquiera lástima. Me voy de aquí.

En algún momento se cuela por entre toda la multitud deshumanizada de mis demonios un rostro hermoso que me sonríe, es ella y me asegura que no todo está perdido, que aún hay fuerzas y que ella me acompaña. Que por más errores que haya cometido en el pasado, tengo mucho tiempo para enmendarlos. Me besa la mejilla y ellos desaparecen.

Despierto abruptamente, la frente sudada, el pecho agitado, los ojos viendo de un lado a otro con exagerada rapidez, mi cabeza es un remolino de confusiones. ¿Dónde estoy? La respuesta la encuentro rápido en las paredes color blanco que me rodean: estoy en mi cuarto.

Todo fue un sueño, un desagradable sueño. Me tranquilizo, al fin y al cabo ella tiene razón, todo estará bien, mientras ella me cuide y mientras yo sepa enmendar mis errores.

Nos vemos terrícolas, I'm still here.



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