jueves, 14 de noviembre de 2013

Ya no existe. Ha muerto

Se despertó agitado, sudado. La misma imagen, recurrente, le agobiaba, una vez más: iba agarrado de la mano, de su mano, de esa mano. Podía escuchar su ronca voz.

Ya no sabía qué era peor, si el insomnio que le causaba su ausencia o su falsa compañía en sus sueños. Enloquecía.

Sudaba. Su rostro estaba cubierto de gotas de sudor. Sudor, sí. De todos modos, él no recordaba cómo llorar. Fue un talento sin el cual nació. ¿Cuándo fue la última vez que lloró? No lo recordaba. A ver,  llorar no es lo mismo que tener un nudo en la garganta y soltar una que otra lagrima dispersa. No. Él deseaba poder llorar “a moco suelto” (o tendido), como decían en su tierra. Pero ni borracho lo lograba.

Intentaba pensar objetivamente en el pasado; sopesar lo bueno y lo malo. Al final, todo le había salido peor que en sus sueños, pero mucho mejor que en sus pesadillas.

Las largas noches de insomnio, de las cuales era presa una vez más, habían, de cierto modo, valido la pena. Si bien es cierto que no vio nunca a su amor, había encontrado personas maravillosas y antiguos amigos con quienes intentó llenar el vacío dejado por el otro.

Ah, sí, “la historia del uno y el otro”, ¡vaya pendejada!

¿Cuánto arriesgó y cuánto perdió? Ya no importa. Es mucho más lo que ganó. Aunque no recuerde eso en las largas noches solitarias.

Ahora solo quiere olvidar, pasar la página y llorar. Pero esa página maldita tiene el peso de siete años de historia y sus ojos no logran llorar. ¿Sus ojos o su corazón? No importa. A veces olvida la diferencia entre el dolor físico y el del alma.

¿Quién le diría que esa simple despedida, en una estación de trenes, sería la última? Él. Muy en el fondo, él lo sabía. Pero bien dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Ahora han pasado seis meses desde ese día en que se dijeron adiós. Sin más noticias del otro que un mensaje de cuando en cuando. Pero, ¡basta! Eso es más de lo que él puede soportar. Con respecto a él había solo dos opciones: o estaban juntos o no existía. Punto.

Hay que amar hasta perder la razón, hasta que duela, que arda, ¡coño! Si no, ¿de qué sirve?

Hoy, al menos, se permite escribir unos versos (¡JA! “Versos” ¡Vaya disparate! Ya quisiera él mismo considerarlos como tal). En fin, hoy al menos se permite escribir algunas líneas, sin orden cronológico o sentido alguno.

Disfruta con gran placer el sonido de la pluma destruyendo la pureza del papel con sus sandeces. Esas que no le cuenta  a nadie, con las que se ahoga de tanto en tanto. El orgullo siempre ha sido su mejor amigo y su peor enemigo.


¿Le ama aún? Pues claro que sí. Al fin y al cabo, no hay musa más poderosa que un corazón roto. Pero desde hoy le ama como a un pariente muerto: por siempre, pero sabiendo que nunca volverá. Porque, desde hoy está muerto, lo asesinó, ya no existe.

Angelino

martes, 20 de septiembre de 2011

Una vez tuve un sueño



"If you can dream it, you can make it."
Walt Disney
Caminaba solo, en círculos, alrededor del mismo lago que veía a diario; ese que cuando llegó estaba cubierto por una fina capa de hielo; el mismo que luego fue el centro de un hermoso cuadro primaveral y también, más adelante, fue el testigo de las noches en las que él y sus amigos celebraban la calidez de la luna del verano, con el vino más barato del mercado.

Caminaba sin una razón específica, quizás para disfrutar la belleza falsa de ese oasis construido por la mano humana; quizás para escapar del reino de concreto y plástico donde pasaba la mayor parte de sus días; o quizás lo hacía para sentir por última vez el calor de un sol que se volvería cada vez más un extraño.

No llevaba puestos sus audífonos, algo raro en él, pues era un solitario; se conformaba con la melodía del viento y el sonido de las hojas al crujir bajo sus pasos. Era ese crujir el que lo mortificaba, pues lo asociaba al otoño, que se acercaba violentamente, como quien está seguro de ganar una batalla, enfriando el aire, matando las hojas, humedeciendo la hierba, escondiendo el sol.

Cada hoja ocre en el suelo le recordaba el poco tiempo que faltaba para su cumpleaños. Se preguntaba cual era el alboroto que sentía la gente (él mismo) por los cumpleaños. Al fin y al cabo, pasaban todos los años, uno tras otro y en su sentido más puro no marcan más que cuanto nos alejamos de la juventud.
Pronto celebraría su vigésimo segundo año de existencia. "Ya no eres un niño" se decía a sí mismo. No tenía con él nada material que le recordara a su infancia, algo que le parecía un crimen. No tenía a su lado a nadie con quien hubiera vivido sus primeros años: algunos de ellos ya no vivían y los que quedaban estaban todos lejos. No conservaba a su lado nada ni nadie de su infancia o su temprana adultez. Incluso su hermano se había convertido en un portal electrónico que enviaba palabras a las cuales él le buscaba el sentido, intentando poner la voz que él recordaba a cada una de las sílabas que leía.

En la recta final de sus largos ventiún años se preguntaba, lo que el consideraba que toda persona con un mínimo de sensatez debía preguntarse: "¿Qué he hecho con mi vida?". Una pregunta difícil y traicionera.
Cuando otros le preguntaban sobre su futuro, él solía evadirles, esquivarles, principalmente porque él mismo no tenía la respuesta. Si bien es cierto que detuvo sus estudios y que al cabo de un año no los había retomado, no se arrepentía. No se arrepentía de haber dejado una carrera que siempre fue su plan B, y como siempre termina pasando con las segundas opciones, terminó decepcionándole. También era cierto que en ese lugar se encontraba solo, sin nadie de su familia cerca; era cierto que desde que dejó su país de origen dejó de ser "el hijo de..., el hermano de... e incluso el novio de...", pero eso, lejos de entristecerlo, lo alegraba, pues ahí tuvo que crearse un nombre propio y empezar a ser él, sin padre, sin hermanos, sin familia, simplemente él; que lo que se supiera de él sería lo que el quisiera que fuese sabido. La gente solo lograría ver su presente y quizás algunos su futuro.

¡Oh, el futuro! Ese individuo por quien todos se preocupan, algunos hasta un punto de olvidar el presente. En su opinión era inútil vivir en el ayer, al igual que lo era vivir en el mañana. La vida es hoy. Ayer ya se esfumó, mañana ni siquiera sabía si estaría vivo.

No sabía, al menos claramente, qué quería él para los años venideros; pero de algo estaba seguro y era que la idea de vivir atrapado en una oficina con el culo pegado a una silla de frente a un escritorio le erizaba la piel. Al igual que la idea de levantarse todos los días al lado del mismo cuerpo, mañana tras mañana y así hasta el ocaso de su existencia. La libertad lo era todo para él. Ella se volvió su amo y él a su vez se fue acostumbrando más a su vida como esclavo de una utopía, pues bien creía que la libertad no existía.

Sentado, a las orillas del lago, pensó de repente en cuanto extrañaba a sus amigos y le emocionaba la certeza de un reencuentro no muy lejano. Quería ver a su familia, pero sería en un hogar que ya no era suyo; quería ver a sus amigos, viviendo vidas que nada tenían que ver con la de él; quería hablar su idioma, que no era más su lengua del día a día y en la que muchas veces cometía errores. Podría decirse que lo que buscaba con esa vuelta al lugar de origen era la desulisón. Para muchos, gastar unos cuantos euros en un viaje que buscaba alejarlo más de sus orígenes, podría parecer una idea descabellada; pero para él era la idea más brillante del mundo. Nunca se sintió a gusto con su vida en su país y aunque hacía ya casi dos años que habia partido, siempre quedaba la duda del "y si no hubiera partido...", como es normal en todos los humanos, cuando toman decisiones importantes. Período hipotético de la posibilidad. Quería volver a su lugar de origen, solo para terminar de darse cuenta que ya para él no había nada allí; que tendría que seguir buscando, muy lejos, su lugar en el mundo.

Acostado en la hierba fría, intentaba buscar una respuesta, una señal divina, y después de una calada al cigarrillo, que le hizo pararse para toser; todo cobró sentido en un segundo y se sintió tan feliz y emocionado que tuvo que gritar, aunque sabía que los únicos que escucharían serían la luna y los árboles:

"Al parecer, sí debemos hacer con nuestras vidas lo que soñábamos cuando teníamos dieciséis años.
Por eso ya no escribo tanto sobre viajes y ciudades de calles empedradas, porque ahora he viajado y he caminado sobre esas piedras; no he escrito más historias de amor, porque al fin logré conocerlo, al amor, y llorar por él y decirle adiós, para siempre. Ya no me mato en una escuela de idiomas estudiando verbos y aprendiendo palabras, porque aquí las aprendo día a día a los golpes y para sobrevivir.

Hoy, por fin, me doy cuenta por qué me levanto día a día: porque una vez tuve un sueño y hoy lo estoy viviendo."


PD: Este es apenas el comienzo de mi sueño. Gracias a quienes lo han compartido conmigo, aun desde lejos. Las menciones sobran, porque están más que implícitas.

Au revoir, terrícolas.

L'Agelček

jueves, 30 de septiembre de 2010

Sueño otoñal




¿Sabes cuando tienes esa sensación de despertar en un lugar diferente al cual te dormiste? Sí, supuse que también te ha pasado, que no sólo a mí me sucedió.

Bueno, el punto es que aunque generalmente despierto desorientado, por mis malos hábitos de sueño; hace unos días caí en los brazos de Morfeo en mi lugar de costumbre, en Inglaterra, y poco más de dos horas luego, un frío intenso me despertó: no estaba en mi cama, bueno siendo sincero, no estaba ni siquiera en una cama o al menos en una habitación; estaba curiosamente de pie, al aire libre. Vestía unos pantalones raídos y una franela blanca, me tocaba con un pasamontañas que cubría mis orejas. Sí, en mis sueños soy un narrador omnisciente: puedo verme como a un personaje externo, pero sé qué pienso y siento.

Hacía mucho frío. ¿Por qué coñas quien me dejó ahí tirado me puso pasamontañas y no una chaqueta también? Maldito. Pero, al mismo tiempo, me pregunto por qué le doy más importancia al hecho de que me hayan dejado tirado en medio de la nada sin chaqueta, al hecho de que… ¡Me dejaron tirado en medio de la nada, con o sin chaqueta!

Sí, probablemente a ti también te cuesta darle prioridad a tus preocupaciones, como a mí.
Decido que no puedo hacer más que caminar, a ver si, al menos, consigo a alguien que me diga dónde estoy.

El sendero es estrecho y el paisaje es diferente al cual estoy ya un poco acostumbrado. No parece una zona muy urbana.
Sí, estoy seguro de que ya no estoy en Inglaterra.

A lo lejos, veo una cabaña y camino hacia ella; por el humo que sale de la chimenea, me atrevo a pensar que hay gente dentro.

-Oh, llegas a tiempo. Me habían dicho que eres un joven anormalmente puntual- quien me hablaba era un chico, de mi edad o quizás menor… o mayor, no importa; era negro, de piel muy oscura y su acento era difícil de localizar; parecía caribeño y tenía cabellos largos y rizados.
-¿Me esperabas?- mi expresión era difícil de descifrar, estaba entre el asombro y el alivio.
-Oh, sí. Bueno, yo no tanto, pero hay alguien que arde en deseos por verte y hablar contigo.
-¿Quién?
-Ah, ya verás. Tendrás que buscarle.
-¿Acá?
-Sí, en este país, mas no en este preciso lugar. Tendrás que salir y caminar. Será bueno, el paisaje es bonito. Me dijeron que seguro resultaría de tu agrado.
-A propósito, ¿dónde estamos?
-Pues, en algún lugar del mundo.
-Eso es más que obvio… y tu ambigüedad más que molesta.
-Calma. Controla lo que dices. Mira, mejor sal ya, no querrás dañar tu fama de reloj suizo.
-¡Pero si ni siquiera sé dónde estoy!
-Tranquilo, deja que tu instinto guíe tus pasos.
-¿Tienes una chaqueta que pueda tomar prestada? Hace mucho frío.
-Sí, toma- dijo el individuo, alargándome una chaqueta bastante delgada.- No la mires con tanto desprecio. Será suficiente. ¿Eres siempre tan desconfiado?
-Sí, no confío ni en mi propia sombra.
-¿Por qué?
-Pues, porque tiendo a pensar que todo el mundo es como yo y eso es razón suficiente para desconfiar.
-¿También eres siempre tan sincero?
-No. Soy un gran mentiroso.
-Eres el ser más raro que conozco.
-Tampoco es que me conozcas mucho.
-Lamentablemente hoy no será la ocasión. EL tiempo apremia y te esperan. ¡Ve!
-Bueno, hasta luego. Gracias.
-Adiós… por cierto, estamos en Finlandia, en una zona fronteriza.
-¿Frontera con Rusia o con Noruega?
-Con las dos. Un punto muy exacto.
-¡Vaya! Bueno, adiós.

El camino, luego de unos diez minutos de andar parecía menos estrecho y se abría paso a través de una pequeña ciudad. Había algo de nieve en el suelo y en la parte más alta de los árboles. El lugar estaba bañado por una luz pálidamente brillante, más que invierno, era un otoño con nieve.

No estaba seguro de cuál era la fecha del calendario, pero los colores naranja y amarillo de las hojas de los árboles me recordaban dos cosas: a mi país y a que se acercaba, si no había pasado ya, mi cumpleaños número veintiuno. “¡Qué viejo estoy!” pensé.

Mis pies parecían tener vida propia, me guiaban con paso seguro por un camino que no conocían; no me dejaban detenerme a detallar los edificios o las caras de quienes encontraba en el camino.

Lamenté no tener una cámara fotográfica conmigo, hubiera tomado muchas fotos, pues la ciudad era hermosa. Al mismo tiempo pensé que mis pies no me lo permitirían, así que dejé de lamentarme y me dediqué solo a andar.

Caminé, muchos metros, kilómetros quizás, mas nunca me sentí cansado; probablemente por la intriga de quién querría verme en Finlandia. Las dos personas que tenía en mente se me antojaban una más imposible que la otra.

Llegué a un edificio, grande. En el interior era completamente blanco, tan blanco que mareaba y estaba inmaculadamente limpio. Por las personas que ahí se encontraban y se movían de un lado a otro sin prestarme atención alguna, entendí que me encontraba en un hospital. Al parecer los hospitales tienen todos el mismo aspecto, en cualquier lugar del mundo. Todos tienen ese sentimiento apesumbrado, esas caras preocupadas y ese olor a melancolía.

¿Por qué un hospital? Pasé mucho tiempo de mi adolescencia en hospitales y lugares por el estilo. Los odio, porque traen malos recuerdos. Traen tristeza.

Sea como fuere, este hospital tenía algo que no recordaba en otros que hubiera estado antes, tenía esa luz extrañamente pálida y brillante a la vez, la misma que tenía la ciudad, era una luz que reconfortaba la piel de quien tenía frío, mas no cegaba los ojos de quien estaba desprotegido.
Terminé, de repente, en un jardín, amplio, de pasto muy verde y arboles de hojas amarillas, otra vez. A simple vista, no parecía que hubiera nadie en el jardín, pero a lo lejos, en una mesa sentada, de espaldas a mí, se encontraba sentada quien supe de inmediato era quien me esperaba.
-Impecablemente a tiempo, Angelino.
-Hay malos hábitos que se heredan, ¿no?
-¿Piensas que es un mal hábito?
-De vez en cuando. Es extraño. No sé si entiendas.
-No esperaba que tu rostro luciera tan bien, aunque tienes largas ojeras y tu gorro es chistoso.
-El exterior sabe mentir.
-Lo sé, mas estás maldito con unos ojos delatores.
-En cuanto al gorro, no es que haya tenido mucha elección.
-Sí, tus ojos hablan solos, aunque te encante evadirme.
-Tú también luces muy bien. Te ves más viva que la última vez que te vi.
-Bueno, el cuerpo humano es un jodido vegetal. Yo ya estaba podrida, pero quien de alma está vivo, el cuerpo no le es más que un vehículo.
-Sabia acotación.
-Entonces, ¿cómo estás?
-Pues, bien.
-Entonces, ¿cómo estás?
-¿Es que te has vuelto loca? Eso ya lo preguntaste y lo respondí.
-Angelino, ¿ves la puerta de tu habitación por acá?
-No.
-Entonces, sabes, de antemano, que hoy no puedes evadirme, como solías hacer en tu juventud: respondiendo monosílabos y encerrándote, más que en tu habitación, en tu testaruda cabeza.
-Pero si ya te he dicho, estoy bien.
-¿Comes tres veces al día, balanceado?
-Vivo en Inglaterra, no me pidas milagros.
-¿Vas al trabajo a diario y no llamas enfermo una vez a la semana?
-Sí, voy a diario y no llamo enfermo, nunca… bueno, casi nunca.
-¿Y estás tranquilo de mente?
-Eso, me temo, que solo sucederá cuando muera.
-No te creas. Ya yo pasé por eso y mírame aquí, sigo preocupada por cómo te va en tu nueva vida de extranjero.
-Bueno, viviré una eternidad de estrés.
-Tampoco seas tan pesimista. ¿Por qué no estás tranquilo de mente? ¿Miedo?
-¿Miedo a qué? Creo que yéndome de mi país, dejando todas mis comodidades por la eterna emoción e incertidumbre del qué va a pasar mañana, demostré que soy una persona de pocos miedos.
-Hay alguien a quien le temes.
-¿A quién?
-No te alteres. No te estoy atacando.
-No estoy alterado.
-Toma, fuma un cigarrillo.
-No. No quiero que te afecte.
-Ay, hijo mío, ya tu humo no te afecta más que a ti. Tranquilo.
Encendí el cigarrillo que me ofrecía, sonriendo, y dejé que mientras el humo entraba en mis pulmones, sus ojos se quedaran para siempre grabados en mi memoria.
-¿Mejor?
-Sí, supongo.
-Entonces, ¿cómo te trata la soledad?
-Ella es una perra, pero siempre ha sido mi más fiel compañera.
-Porque así lo has querido.
-No creo que haya tenido elección. Ha sido siempre la misma situación que la del gorro.
-Eso es lo que tú quieres creer, para tu “bienestar”; mas generalmente eres tú el culpable.
-Yo no busco que la gente me abandone.
-Es que tú eres bien terco. Hay dos cosas que diré, préstame mucha atención. En primer lugar, tú nunca has estado solo. Tú tienes más guardaespaldas que el presidente; ahora, que no lo sepas ver es otra cosa.
-¿En serio?
-Ay, Angelino, tú vives porque aún respiras y porque hay gente que ha logrado tomarte cariño a pesar de que seas tan jodido. Porque, si me lo preguntas, tú mereces estar aún más solo; pero en el mundo sí hay bondad y comprensión. También debo admitir que has cambiado, un poco y para bien.
-¿Y qué es lo segundo?
-Pues, simplemente, que tienes que hallar un equilibrio. No todo es blanco o es negro. Puedes jugar con las matices.
-¿Podrías ser más explícita?
-¿Podrías pensar con más agudeza? Veamos. Intentaré hacerlo más claro. Al momento de relacionarte con la gente tiendes a caer en dos extremos: el primero de ellos se basa en que aunque la persona en cuestión no te agrade del todo, si logras ver algo “productivo” vas a intentar obtener algo de ella, sin dar nada, absolutamente nada de ti. Mucha gente lo ha hecho, desde el principio de los días; el punto es que tú, en su momento, lo disfrutas, te sientes bien haciéndolo, pero en la hora más oscura de la noche te atormenta y no te deja dormir. Te tortura.
-Me haces ver como un monstruo.
-En la otra mano, entonces-continuó, haciendo caso omiso de mi intervención- tenemos al Angelo que cuando ve, al menos, un ápice de una esencia diferente al resto de los humanos, es capaz de entregarlo todo, sin ni siquiera esperar un gracias a cambio.
Tú eres una ambigüedad con piernas y cabello. Es imposible definirte, porque o te mantienes tan fuerte y cerrado como una estatua de mármol o, muchas veces, te vuelves tan débil que pasas a ser una gelatina que toma la forma del molde de turno. Eso puede que no sea tan malo, mucha gente vive así, pero el problema contigo es que jamás terminas de cuajar. Apenas te has enfriado un poco, espantas o te espantan.
-Pero…
-Estoy hablando, coño.
-Lo siento.
-Has pasado por tantas cosas, que te has vuelto más fuerte y a la vez más manipulador. Es increíble la cantidad de cosas que puedes llegar a hacer con tal de lograr lo que quieres. No tienes límites, más que físicos, porque tu mente va como un vehículo sin frenos en una pendiente fuerte. El problema es el golpe final, porque no todo el mundo es tan estúpido como crees. Aunque sí debo admitir que has tenido tus épocas en las que has estado rodeado de estúpidos, gente que solo inflaba tu ego, pero deprimían tu agudeza.
-O sea, que soy un monstruo, medio huevón y ególatra.
-Tampoco hay necesidad de ser tan duro contigo mismo.
-¿Puedes darme otro cigarro?
-Toma.
-Mamá, ¿qué puedo hacer? Ya estoy cansado de darme golpes.
-¿Cansado? No hijo, si apenas tienes veintiún años. Déjale el cansancio a los muertos.
-Pero…
-Por ahora, solo diré una cosa más: no te subestimes, ni te tengas miedo. Tú eres la mejor persona con quién podrías estar. Aunque entiendo tu tristeza, porque se ve que es sensata. Al parecer esta vez sí te han flechado de verdad, tienes un brillo diferente al que jamás te haya visto. Lo mejor que puede pasar es… bueno, lo que sea que pase. Y discúlpame que sea tan vanal con esas palabras.
-¿Todo se va a solucionar?
-Angelino, yo soy solo una madre que, aún después de muerta, se preocupa por ti; no soy una clarividente o bruja.
-Sí, lo sé.
-Tú mismo tienes todas las respuestas y tienes el control en tus manos. Recuerda lo que dijo tu amiga, sobre que el destino está escrito, pero a lápiz. Tú puedes modificarlo. Concéntrate y lograrás todo lo que quieras.
-Haré mi mayor esfuerzo.
-Otra cosa antes de irme: come mejor y deja el cigarro. No quiero que te me unas pronto.
-¡No, no te vayas! Quédate un poco más, por favor.
-Me encantaría, pero tú tienes una vida por delante y yo una muerte que vivir. No debemos interrumpirnos el uno al otro.
-¡Por favor! No te vayas, no me dejes solo aquí, otra vez.
-Pero si yo nunca te he dejado solo, siempre te veo; aunque hay momentos en que me hago la loca, para no mortificarme. O simplemente, cierro las persianas por unas horas, para dejarte disfrutar de eso que tanto te gusta y que has perfeccionado con el tiempo y práctica, demasiada práctica.
-¡Mamá!
-Tranquilo, prometo que jamás te he visto, ni lo haré.
-Entonces, ¿te vas?
-Ya me fui. Cuídate mucho y habla más con tu hermano. Espero no tener que verte en un buen tiempo. Adiós, Angelino.
-Adiós, mamá.
-Mira como has cambiado: ya ni das un abrazo o la mano cuando saludas o te despides. Es hasta gracioso.

Y a todas estas, nunca entendí por qué Finlandia.

Mind the gap, terrícolas.
L'Angelcek

miércoles, 18 de agosto de 2010

UK DUTY PAID



“Air Europa os da la bienvenida, en su vuelo con destino al aeropuerto de Barajas, Madrid; el cual tendrá una duración de un siglo, y medio, así que, Angelo, prepárate, papito, porque tú no tienes culo y nuestros asientos de Economy solo le resultan cómodos a Frodo Bolsón y a Jatnna. Esperamos que el vuelo sea formidable y no quieran asesinar al maricón venezolano que finge acento andaluz y trabaja como sobrecargo.”
(Después repiten el mismo mensaje en lo que los españoles llaman inglés británico, pero que suena a ruso siberiano hablado por un borracho de la plaza de San Antonio de los Altos.
El vuelo a Europa es un suplicio, una tortura china que aplican con cuentagotas durante ocho horas, y media, desde Caracas hasta Madrid. Yo, en algún momento de mi típico olvido, boté los somníferos que tenía en mi bolso de mano y pasé absolutamente todo el vuelo despierto.
En Barajas, después de presentar el pasaporte y sentir lástima por mis compañeros de viaje quienes no podían entrar por la fila de ciudadanos europeos (éramos apenas 3 personas en fila) y tuvieron que calarse la cola de venezolanos (unos 100); salí corriendo como la mamá de Bambi al salón de fumadores: vi cómo un reducido espacio de dos metros cuadrados se convertía en el paraíso terrenal y mi Marlboro rojo se convertía en la manzana de la culebrita y la historia, ustedes saben.
Yo, como me las tiro de arrecho y no tuve la delicadeza de preguntar adónde tenía que ir, ni mucho menos leer los carteles, debido a la euforia supongo, me perdí. Terminé saliéndome del aeropuerto, pero todo tuvo un final feliz: mi mejor amigo del colegio, Carlucho, me esperaba en la zona de llegadas, con su novia. Tenía años que no le veía. Jamás había estado más feliz de perderme.
Como me sucede muy a menudo, cuando la charla es amena, perdí la noción del tiempo y tuve que salir corriendo por toda la T1 de Barajas, porque tenía 20 minutos para llegar a la puerta de la cual salía mi avión. Cuando llegué a la dichosa puerta, ya la gente estaba abordando.
Finalmente, luego de mil horas de vuelos, estrés, corredera, lloradera, emoción, llegué a mi destino: London Gatwick, South Terminal. Llegué cansado, reventado, alegre, con cara de drogadicto porque acabé con el café del avión; pero llegué. Luigi me esperaba con su amigo brasileño, Ricky, y nos vinimos a Eastbourne en un minicooper (Más británico y desayuno English Breakfast).

Ahora sí, hablaré de Eastbourne, donde resido actualmente y un poco de cómo ha sido mi vida en estos dos meses que llevo viviendo en el Reino Unido.

¿Dónde estoy?
Eastbourne, East Sussex, Inglaterra, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte… y Las Malvinas. ¿Escuchaste, Kirchner? También conocido como Little Poland, Oldtown… (Más adelante entenderán)
Eastbourne es un pueblo no muy grande al sur de Londres en el condado de Sussex. Es de playa y según esta gente, es la zona más caliente de Inglaterra. Yo aún me pregunto a qué le llaman ellos caliente o si es que nunca han ido a Maracaibo. El pueblo no es muy grande, pero es bonito. Camino muchísimo, pronto tendré las piernas de Beckam, y el acento. (Claro)
Ahora, dividamos Eastbourne, e Inglaterra en general, en segmentos para su mejor comprensión y análisis de la situación.

Gentilicio:
• 60% Polacos.
• 10% vampiros otros: rusos, rumanos, húngaros y más polacos.
• 10% europeos: alemanes, italianos, españoles, gallegos, suizos, daneses…
• 10% “latinos” Aunque prefiero llamarnos suramericanos: venezolanos, colombianos, dominicanos.
• 10% Ingleses: son una especie rara y en peligro de extinción. La mayoría pasa de los 100 años de edad.

Entre los tres restaurantes que tiene mi jefe, somos dos italianos, una gallega, una eslovaca (perra), dos británicos, cinco polacas, una danesa, una húngara, un albanés, una rusa y yo que soy venezolano. Ahora creo que se unieron dos colombianas y una argentina. Lo cual agradezco porque no tengo nadie con quién HABLAR español… En fin, las naciones unidas se quedan pendejas en este pueblo. Además, mi feje es iraní y el carajo siente que debe tratarme como a un perrito y me dice “Good boy, well done”.

El grupo de quien me he hecho amigo, también el que me ha acogido, con quienes siempre salgo, vamos a la playa y acabamos los trapos, está compuesto por cuatro ingleses, un esloveno, un alemán y Luigi y yo que somos venezolanos. También tengo ahora una amiga española y me hice amigo del griego del restaurante de al lado, quien tiene una esposa que podría traficar niños haitianos en sus tetas, son la cosa más grande que jamás haya visto.

Idioma:
Polaco e inglés escoñetado por la forma en la que lo hablamos todos y cada uno de los extranjeros que aquí vivimos.
Esto del acento británico no es juego de niños, no señor. Yo aprendí inglés gringo, así a lo Dolly Parton y aquí es las dos caras de la moneda: los que hablan británico jodido y los que joden el británico. No es fácil. Pero poco a poco me he ido acostumbrando, al menos la jerga ya me la medio sé. Aunque la gente sigue riéndose de cómo pronuncio “patatoes”, “tomatoes” y “wáter”. Ah, también porque a los pantalones les llamo “pants” y eso aquí significa ropa interior. Eso sí, hay días en los que amanezco bruto y paso el día hablando como Charo, ¿La recuerdan?

Religión:
La de los polacos y la Iglesia inglesa; pero las iglesias aquí son como las discotiendas en Venezuela: tienen un fin meramente decorativo, como para que no digan que no hay, pues.

Clima:
Como dije antes, esta gente dice que estamos en la zona más caliente del Reino y yo aún no sé qué entienden ellos por caliente. Siempre tengo frío.
Apenas sale un rayito de sol ves a ese poco de ingleses empelotados por las calles tratando de coger color. Una falta de respeto, chico. (Colirio)


Edad promedio de la población:
Cuatrocientos cincuenta (450) años. En mi vida había visto tanto viejo junto, chamo. Aquí como que son todos familia de Úrsula Buendía. Al menos, es una vejez útil, no como en Venezuela que prácticamente desechamos a los ancianos o el dinero de la pensión no les da para más que las medicinas y no pueden ni salir de casa.
Es común ver a gente bastante mayor haciendo competencias de silla de ruedas por el seafront, o quién escupe la dentadura más lejos o quién aguanta más alcohol en un bar.
Un día, vi a una señora de unos ciento ochenta años, que con una mano arrastraba una especie de andadera muy común acá y con la otra “empuñaba” un cigarro, que en Venezuela tendría más esperanza de vida que ella. Fue un momento inspirador, hermoso, cargado de emociones para alguien como yo.

Vicio “Oh, dear”:
El precio de los cigarrillos en Inglaterra es un insulto, un fechoría de la reina y Cameron: 6.6 libras cada caja de Marlboro. Mas como dice el dicho “Al pueblo a que fueres, haz lo que vieres” yocompro un paquete de tabaco, filtros y papel para enrolar y listo: tengo cigarros para toda la semana y gasto muchísimo menos. O, cuando me da el verdadero bajón de nicotina prefabricada, voy a la tienda de un ruso que al sentirte el acento de extranjero te vende cigarros que trae en contrabando de su país y son mucho más baratos, porque no pagan impuesto británico. Eso me hace sentir como en Venezuela: las reglas están hechas para ver cómo las rompemos.
He aprendido las maneras más económicas de tomar, también. Aunque a veces hay que darse un lujo y pasarse por un local llamado Belgian Café, donde venden cervezas belgas de 13 grados de alcohol.
La oferta de alcohol aquí es inmensa. Hay para todos los gustos. Yo debo haber probado ya cervezas de al menos cuatro continentes. Y los ingleses son burda de cochinos y les gusta tomar Vodka con Pepsi. ¿Tú has visto?

Lugares que ya he visitado:
• Eastbourne, obviamente.
• Hastings.
• High Brooms
• Royal Tunbridge Wells (Muy sifrino)
• Brighton: es el ghetto gay de Inglaterra. Esperando a una amiga venezolana en la estación del tren vi a un tipo muy macho él, con barba y cara de culo vistiendo un vestido blanco, muy ajustado y montadísimo en unos tacones muy altos. Es una ciudad muy divertida. Es la versión grande de Eastbourne y Hastings.
• Londres: no tengo más que decir que AMO ESA CIUDAD CON PASIÓN Y LOCURA, aunque sea ridículamente costosa.

Ahora, a lo Francisco Coello, un análisis detallado de la gente:
Para quienes creían que en Inglaterra todos los ciudadanos tienen los modales de su viejestad la Reina y todos toman el té a las seis y que, además, todos hablan lindo como Hugh Grant; pues queridos lectores de mi basura intelectual, déjenme que les baje de esa nube de fantasías que crearon El diario de Bridget Jones y la profesora Minerva McGonagall en las películas de Harry Potter.
Mucha gente es bastante vasta, son en general muy escandalosos y tienen un acento recontrajodido. Dudo que algún día hable como un británico, y menos si hablar con acento me trae beneficios.
Además, hay que hacer algo raro con la lengua para crear el sonido de la “r”. Si quieren hablar británico pueden hacer lo siguiente:

Hombres: agregar el vocativo “mate” a todo y cambiar el gracias por “cheers”. Ejemplo: en vez de decir “thank you”, digan “cheers, mate.”

Mujeres: abusen de los adjetivos calificativos “lovely” y “adorable” y “gorgeous” y “beautiful” y también úsenlos en lugar de gracias. Si eres vieja, puedes también usar los vocativos “Young man” y “Young lady”. Ejemplo: En vez de decir “Thank you” digan “Lovely, Young man”.

Algo que sí te tienen los ingleses, es que son muy educados. Te dan las gracias hasta por existir. Otra cosa aún más sorprendente, es que tienen un sentimiento de culpa arrechísimo, como si le hubieran quitado Las Malvinas a Argentina (Oh, espera…) Bueno, el punto es que te piden disculpas por todo aunque hayas sido tú quién la cagó.

Experimento número 1
Pasos a seguir:
1. Venga al Reino Unido
2. Encuentre un lugar concurrido donde pueda llevar a cabo el experimento. Ejemplo: alguna calle principal, un pub, un automercado, el metro, una estación de trenes…
3. Localice a su víctima. (No importa edad, solo importa que sea británico)
4. Acérquesele sigilosamente
5. Písele un pie o empújelo sin piedad alguna.
6. Vea cómo el individuo en cuestión le pide disculpas, aunque él mismo sepa que fue tu culpa.
7. Repítalo hasta que se canse o aburra, solo porque es venezolano y ocioso, como yo, y joder la paciencia viene en nuestro código genético.

Nota: no realizar experimento con hooligans, porque puedes salir coñaseado.

Otra cosa que me divierte de aquí, es que la gente es toda mamarracha y no me siento culpable saliendo a la calle vestido como un rancho. Los que no son mamarrachos son “modernas” y entonces se hace complicado saber quién es marico y quién no.

Aunque la educación en el Reino Unido es una de las mejores, o eso dicen, hay mucha gente ignorante. Ejemplo:

De cómo Angelo casi coñasea a una compañera de trabajo inglesa

Ella: Entonces, ¿de dónde eres?
Yo: Venezuela.
Ella: Oh, ¿África?
Yo: No, maldita escoria con pasaporte. En Suramérica, querida.
Ella: ¿Y qué idioma hablan en Venezuela?
Yo: Español.
Ella: Ah, entonces eres español.
Yo: ¡No! Soy venezolano, acabo de decírtelo.
Ella: Pero hablas español…
Yo: Porque en la mayoría de los países de Suramérica se habla español.
Ella: Ah, como en Portugal y en Brasil, ¿no?
Yo: No, desperdicio de espermatozoide y óvulo, ellos hablan portugués.
Ella: Ay, ¿y cuántos idiomas existen aparte del inglés?
Yo: No sé, seguro hay más idiomas en el mundo que neuronas en tu cabeza, puta.
No es que yo sea muy nacionalista y tal, pero desde ese día ella se volvió la persona más desagradable de la existencia. O sea, Venezuela no es tan nula… tenemos a Chávez y petróleo, y a Chávez y el Miss Venezuela, y a Chávez y a mi “estupendo bronceado”, y a Chávez y a… bueno al Salto Ángel.

No somos nulos, tú eres una ignorante de mierda.

Bueno, ya, Angelo, respira… Por cierto, yo aquí nunca digo que soy italiano, sólo digo que soy venezolano, porque es como un “plus” ser suramericano, todos dicen que tenemos carisma y todos esos clichés. Uso mi segunda nacionalidad, la italiana, solo para los efectos legales y si soy sincero, ni sé dónde dejé mi pasaporte venezolano, porque para salir a rumbear también uso el pasaporte italiano, no vaya a ser que les dé por deportarme a Venezuela.

Bueno, por ahora, ha sido suficiente. Pronto volveré a publicar historias y “poemas” que es lo que mejor se me da.



Saludos desde Inglaterra y “Please, mind the gap”


lunes, 19 de julio de 2010

No estaba muerto, estoy en Inglaterra

A veces creo que en vez de escribir una historia, escribí una epifanía. Los sueños sí se hacen realidad.
Hace un mes me estaba embarcando en un viaje, que muchos calificaron de locura. Hoy, con un mes acá, siento que la locura más grande sería volver a Venezuela, al menos sin darme unos seis meses más de estadía en el Reino Unido.
He vivido tanto, en tan poco tiempo, que siento que han pasado mil décadas.
Que, ¿cuándo vuelvo? Aún ni yo mismo sabría darme esa respuesta. Creo que, por el momento, me gusta jugar a esto del extranjero.
Hay días en los que despierto y me siento desorientado: no sé dónde estoy ni cómo llegué aquí. Extraño a mi familia y extraño a mis amigos; pero como dicen "Lo que no te mata te hace más fuerte" y yo voy a por la fortaleza.
Pensé que había dejado a la musa en Maiquetía o que vagaba solitaria en los jardines de la UCAB; mas vuelve paulatinamente y poco a poco la recupero.
Mientras tenga papel y tinta y, por supuesto, mis descabelladas ideas almacenadas en la caja de Pandora que se volvió mi mente, siempre tendré una nueva historia que contar.
Saludos desde el Reino Unido.
Au revoir, terrícolas.






L'Angelcek

PD: disculpen la brevedad de palabras, pero intenté aplicar el "Menos es más". Pronto volveré, con algo más elaborado.
PD2: Lo único que me falta en la foto es un koala para parecer MÁS turista. Shame on me.

lunes, 7 de junio de 2010

La historia del uno y el otro. Final

“A veces, me pregunto si recuerdas la primera vez que nos vimos; la novedad del olor de cada uno, el sonido nuevo de mi voz en tu oído, la primera charla tímida y sin mucho sentido, sólo para romper el hielo.

Yo, de vez en cuando, recuerdo muchas cosas que hoy parecen perdidas, junto con muchas otras cosas, en mi memoria: la primera vez que nuestros ojos se encontraron y la primera vez que te hice reír por algo.

¿Recuerdas, entonces, el primer beso cálido y casi robado, el abrazo en público y el camino escapando de la lluvia?

Yo aún recuerdo el haberme dejado llevar, el responder los mensajes que me enviabas de buenos días y hasta de ser yo el primero en escribir, justo después de despertar.

Hay noches en las que me voy a la cama con la idea de mi presencia vagando en tu cabeza, cuando te cuesta conciliar el sueño.

Me pregunto si recuerdas mi tono de voz y mi forma de hablar. Yo sí recuerdo tu voz medianamente ronca y tu particular acento.

Hay días en los que el recuerdo de mi abrupto adiós me tortura, hasta la locura. Hay otros, en cambio, en los que siento que tomé la decisión correcta. Hoy, por ejemplo, no sé qué opinar de mí mismo, con respecto a eso.

En un momento, pensé que todo lo que sentía por ti escapaba de mis manos y, aunque en esa época yo me dejaba llevar por mis emociones, tuve la duda de que pudiera manejar tanto siendo tan inmaduro. Sentí miedo.

Aún recuerdo ese primer encuentro. Fue todo lo que deseé durante mucho tiempo y sin embargo, no me atreví a alargar mi alegría por más de cinco días. No tuve el coraje para decirte nada en esa nota, que no fuera una sincera disculpa y una promesa de que volverías a saber de mí, si así lo deseabas. No cumplí mi promesa, lo siento.

Después de irme, no volví a casa, pues sentía que en esos pocos días contigo y en un país extraño, había descubierto un mundo nuevo, que me prohibía volver al que ya conocía. Podría decir que cumplí uno de mis sueños: recorrer el mundo, conocer sus gentes y sus culturas; incluso descubrí un talento en mí que se mantuvo oculto por mucho tiempo. Había un solo problema: era yo solo viviéndolo todo, aunque conocí mucha gente.

Siento que relato una historia de mil años, cuando no han pasado más de diez.

Nunca me atreví a mandarte los miles de correos electrónicos que redacté, ni las miles de postales que te compré. No sabía cuál sería tu opinión sobre mí. Supongo que hoy has de odiarme, o has de haberme olvidado. Yo, en cambio, nunca permití que tu presencia abandonara mi mente.

En estos diez años, he vuelto a casa solo dos veces. La primera fue hace cinco años, la segunda fue hace un par de meses atrás. Ambas vueltas tuvieron una duración muy corta, pues el mundo que creía mío se me pinta ahora muy diferente. No me siento parte de él, me siento excluido de la sociedad que me vio nacer.

Hubo un momento, hace no mucho, en el que pensé que te había olvidado. No recordaba tu nombre, ni de dónde eras; no recordaba tu aspecto, ni tu color de cabello. Te habías perdido en mi memoria. Tu nombre no aparecía en el crepúsculo, ni tampoco en el ocaso. Hasta que, por una de esas vueltas locas del destino, aparecí en tu país. Era ese, para mí, un destino prohibido. Había jurado nunca ir allá, pero como te había olvidado, olvidé también mi promesa. Sea como fuere, por invitación de unos amigos, llegué a ese lugar que me había prohibido yo mismo.

Durante el camino, no podía todavía recordarte; me sentía extraño, como si algo hubiera escapado de mi cuerpo. De repente, llegamos a un lugar que se me hizo extrañamente familiar. Era un lugar donde había un lago, en cuyo centro había una pequeña isla, dominada por una iglesia

Caminaba por una especie de malecón y me sentí cansado, aunque dormí bien la noche anterior; así que me senté en el piso y eventualmente me eché por completo a ver el cielo.

Todo sucedió de manera muy rápida, como un golpe repentino en la cabeza: estaba el lago y su isla; la iglesia y su campanario; el cielo y sus nubes; el viento y su susurro; estaba yo, mas no estabas tú.

Fue entonces que tu presencia se apareció ante mí, mucho más fuerte que nunca antes. Ella, tu presencia, me abrazó, suavemente y tu voz me habló en secreto al oído, repitiéndome sin descanso tu nombre y nuestra corta historia.

No pude levantarme, tuve que quedarme echado en el suelo, dejando que el viento me cobijara. De mis ojos escapaban lágrimas cálidas, solo que no eran de tristeza, eran de una rara alegría y también de una melancolía que jamás había experimentado antes. Escuchaba tu voz y sentía tus manos en mi cara. Cada ráfaga de viento estaba impregnada de tu aroma.

Era ése el lugar que siempre quise conocer, pero en ese momento supe que no se sentina igual a como esperé, porque aunque te sentía como una suerte de presencia incorpórea, no estaba la masa que compone tu cuerpo.

Me di cuenta de que ese no era mi lugar en el mundo, que ninguno de los lugares donde estuve lo fueron. Mi lugar es contigo.

Decidí correr hacia el aeropuerto, para embarcarme en una nueva aventura. Compré el primer pasaje que encontré hacia el país donde espero que aún vivas y al cabo de dos horas, me encontré a muchos pies de altura, volando hacia tu ciudad de residencia.

Estoy acá y espero que seas tú quien lee esta carta y no una solterona de cuarenta años con siete gatos.

Si eres tú quien me lee y decides, al menos, verme una vez más, estaré en los bancos que quedan cerca del muelle… te esperaré hasta la puesta del sol.

Siempre tuyo,

Luca.”

Leyó en silencio. La carta parecía haber sido escrita con premura y de forma insegura, pues estaba llena de tachones. La tinta era verde, casualmente. Ese era su color favorito. ¿Fue una coincidencia, o lo hizo adrede a sabiendas de su gusto por ese color?

La escritura era desordenada, tenía muchas florituras y se hacía difícil la lectura. Parecia como si hubiera escupido un montón de cuentos y razones en el papel, sin cronología alguna.

No sabía qué pensar. Esperó algo similar por muchos años, hasta que se cansó de la espera y enterró esos recuerdos. Nunca jamás le habló a nadie sobre ese que desapareció un día, sin dar explicaciones.

Cogió las llaves, no sin antes mira por la ventana: el cielo estaba naranja. No faltaba mucho para el ocaso.

-¿Miha, adónde vas?- preguntó una voz inquisitiva desde la habitación.
-Eh… voy a comprar… eh… pizza.
-¿Pizza?
-Sí, pizza. Tengo antojo.
-Estás loco.
-Chao. Vuelvo en unos minutos.

Caminó apresurado. El sol parecía a punto de esconderse. Él había prometido esperar hasta su puesta.

Tenía un par de horas esperando. Era presa de los nervios y de la ansiedad. Sentía un pinchazo en el estómago. Experimentaba, más o menos, la misma sensación del primer encuentro, solo que esta vez todo era mucho más incierto.

Si Miha no aparecía, ¿qué haría él con su vida? Buscarle hasta debajo de las piedras sonaba tentador, pero estaba algo cansado de su vida de nómada.

El sol estaba a punto de desaparecer en el horizonte y todo apuntaba a que él tendría que hacer lo mismo: desaparecer.

-Luca- dijo una voz profunda a sus espaldas.
-Miha, viniste-dijo con la voz entrecortada- ¡Qué poco cambiado estás!
-Ehh, gracias, supongo. Tú tampoco estás muy cambiado, solo algo más bronceado.
-Sí. Estuve hace poco en la playa-dijo intentando actuar natural- pero creo que eso es poco importante hoy- agregó al ver la carta escrita en tinta verde, en las manos blancas de Miha.
- Tu caligrafía sigue siendo igual de compleja que hace diez años- su voz no daba indicios de emoción alguna.
-Hay cosas que nunca cambian.
-Supongo. Pero pasé mucho tiempo suponiendo y haciendo conjeturas, cada una más improbable que la otra, que no me llevaron a nada. La única razón por la que vine hoy es porque quiero, por primera vez en mucho tiempo, respuestas claras y concisas. Ya estoy cansado de suponer.
-Pues dime, ¿qué quieres saber?
-Lo básico, Luca. ¿Qué pasó?
-Pensé que fui lo suficientemente claro en mi carta- dijo a modo de respuesta, bajando la mirada.
-Mira, yo sí he escuchado y sabido de ti, incluso sin quererlo. Tengo entendido que publicaste un libro de cuentos y te hiciste medianamente famoso aquí. Yo tuve que tragarme toda la historia y hacerme el desentendido, como si fuera la primera vez que escuchaba ese nombre o veía la foto de ese extranjero. Nunca me atreví a comprar el libro, aunque moría de ganas, por miedo a que tu recuerdo volviera aún más fuerte. Hoy, con tu carta, descubrí tu peculiar y desordenada forma de escribir, pues me convenciste de lo impensable y acá estoy.
-Me fui, porque fui demasiado miedoso como para quedarme a tu lado. Tenía muchos planes para mi vida y me dio miedo el no poder separarme de ti y abandonar todos mis proyectos.
-Esa es la excusa más estúpida que jamás haya escuchado.
-Lo sé.
-Al menos me alegro de que hayas cumplido tus sueños. Yo también cumplí algunos de los míos.
-Pues, de verdad me alegro mucho- dijo reparando en que hasta entonces, Miha no le había mirado directamente a los ojos, ni una sola vez.
-Gracias- dijo de manera cortante.
-Siento que venir fue un error. No sé qué pretendía con ello.
-Me temo que tienes razón.
-Lo lamento. Me iré.
-¿Adónde irás ahora?
-No lo sé. Nunca he tenido completa certeza de mi próximo paso.
-No te vayas hoy.
-¿Cómo?- preguntó y su corazón dio un vuelco.
-Tengo una posada. Pasa la noche allí, no tendrás que pagar nada. Puedes reposar un poco y así te vas mañana descansado.
-Gracias. Acepto.
-Toma. En esta tarjeta está la dirección. Yo llamaré y les diré que vas para allá.
-Pensé que me acompañarías- dijo y no pudo evitar sentir una profunda desilusión.
-No puedo, tengo muchas cosas que hacer.
-Comprendo. Gracias de todas maneras- dijo ofreciendo la mano como despedida, la cual Miha pasó por alto.
-Que te vaya bien, Luca.
-Lo mejor para ti, Miha.

Esa fue la despedida, seca y cortante. Luca se montó en un taxi que le dejó en el pequeño hotel de Miha, donde ya sabían quien era y le entregaron la llave de su habitación.

Todo había salido mucho mejor que su pensamiento más fatalista, pero mucho peor de sus altas y falsas ilusiones.

Apenas entró en la habitación, lanzó todo al suelo, con ira y atacó el minibar. Bebió rápidamente varias de las pequeñas botellas con contenido alcohólico.

-¡Maldición!- le gritaba a las paredes- ¿pero qué pretendía yo viniendo a verle? ¡Eres un idiota, Luca! Eres el ser más idiota que existe- le gritaba al espejo, pero éste no hacía más que reflejar su demacrada cara y sus ojos enrojecidos.

Estuvo despierto, hasta muy entrada la madrugada, mientras le quedaba aún alcohol. Caminaba de un lado a otro e intentaba golpearse. Se sentía como un perdedor llorón de veintinueve años.

La noche fue larga y lenta. Los recuerdos le azotaban. Se sentía al borde de la locura.

-¡Maldito, maldito, maldito, maldito!- le gritaba al viento- ¿pero qué pretendía viniendo a verme? Es un idiota, el más idiota de los seres que he tenido la desdicha de tropezar.

Caminaba, lleno de ira, por la sala de su pequeño apartamento. Intentaba no hacer mucho ruido, pues no quería que quien dormía en la habitación despertara. Eran las tres de la mañana.

-Buenas noches, señor Miha.
-Tengo algo de prisa. ¿En cual habitación alojaste al extranjero que te envié?
-En la veintiséis.
-Dame una copia de la llave.
-Pero, señor, eso es ilegal.
-Sí, pero despedirte no lo es. Dame la llave.
Cogió las llaves y subió por las escaleras, hasta la segunda planta y entró lo más silenciosamente que pudo en la habitación.

Al entrar, sintió un fuerte olor a alcohol y cigarrillo. De hecho, habia colillas de cigarro regadas por el piso. Observó que la recámara estaba algo desordenada, con el bolso tirado a un lado, la pequeña nevera abierta, un paquete de pastillas para dormir en el piso y vio a Luca, dormido profundamente, con toda su ropa puesta –incluso los zapatos- y arropado a medias.

Se sentó en la poltrona al lado de la ventana. Esperó durante varias horas, en las cuales no pudo apartar los ojos de Luca. Por fin pudo detallarle y notar que se veía bastante demacrada, más alto de cómo le recordaba y también un poco más flaco. Tenía la plena seguridad de que no había comido nada en las últimas veinticuatro horas.

Un punzante dolor de cabeza, unido a una garganta incómodamente seca y una vejiga a punto de reventar le despertaron. La habitación estaba ahora clara. Debía de ser ya de día. Se paró pesadamente, dándole por completo la espalda a la ventana y sin reparar en que no estaba solo. Tardó pocos minutos en el baño.

La luz le cegó por un instante, al salir a la habitación y justo cuando logró enfocar, vio la silueta de Miha, a contra luz.

-Esto ha de ser ilegal.
-Lo mismo dijo la chica del lobby.
-Entonces no estoy equivocado. Buenos días.
-Buenos días. Anoche no pude dormir.
-Yo… digamos que me induje el sueño- dijo viendo las botellitas y la caja de pastillas.
-Lo noté.
-Pasé toda la noche preguntándome por qué demonios decidiste aparecer.
-Yo he estado preguntándome lo mismo y no he encontrado más que niñerías como respuestas.
-Pues, quiero escucharlas.
-Verás, ni yo mismo sé por qué vine. Fue otro de mis impulsos. Quise saber si aún estabas acá… necesitaba verte, una vez más. Quería saber si estabas bien, si encontraste a alguien más… quería saber de ti. No pensé más que en mí, otra vez.
-Tuviste que ser menos egoísta.
-Lo siento.
-No todo lo resuelves con un “lo siento”, Luca.- Miha alzó un poco la voz, pero seguía sin alzar la mirada, sin verle a los ojos.

Pasaron un rato en silencio.

- No sé por qué hago esto, pero responderé todo lo que desees saber y así podremos ponerle punto final a esto.
-¿En serio?
-Sí. Pero hazte un favor y ordena algo para comer e hidratarte. Tu aspecto es deplorable.
-¿Hay servicio a la habitación?
-Deja que yo llamo, sé que el servicio acá es algo… ¿caótico?- acto seguido, sacó su teléfono móvil y dio algunas instrucciones y órdenes en su idioma natal. Luca comprendió mucho de lo que dijo.
-Ordenaste para dos.
-¿Y tú qué sabes?
-Aprendí un poco de tu idioma. Resultó siendo más fácil de lo que pensé.
-Pues sí, ordené para dos, yo tampoco he comido nada.

Mientras comían, Luca empezó a hacer las preguntas que le venían a la mente.

-¿Has estado bien estos últimos años?
-Desde hace un tiempo me encuentro bastante tranquilo. Dejé el restaurant donde trabajaba y con el dinero ahorrado, busqué un socio, y abrí mi propio restaurant. Luego ahorré más dinero y pude comprar este pequeño hotel. Ha sido un arduo trabajo, pero ha tenido buenos resultados. ¿Qué hay de ti?
-He vivido durante mucho tiempo cual judío errante, sin estar por más de tres meses en el mismo lugar. También encontré muchos beneficios.
-Claro. ¿Cómo lograste, en principio, viajar tanto? Eso es costoso.
-No si sabes cómo hacerlo. Hay un programa donde gente de todo el mundo ofrece su casa como estadía para extranjeros, con tal de que sea recíproco. Las estadías eran generalmente cortas pero empecé a ofrecer pequeñas sumas de dinero, para alargarlas y así empezaba a trabajar en el país donde me encontrase.
-¿Trabajaste? –preguntó algo sorprendido.
-Oh sí. De otra manera no hubiera podido mantenerme hasta que mi libro empezó a venderse. He trabajado prácticamente de todo: lavando platos, de mesonero, de recepcionista, de guía turístico, de intérprete; incluso, trabajé en aproximadamente seis embajadas de mi país en diferentes lugares.
-¡Cielos!
-He de estar vetado en, al menos, cinco países, por incumplimiento de contrato y desaparición repentina- en ese momento supo que no debió decir eso, pues Miha tensó la cara.
-El día está soleado. Toma una ducha rápida y salgamos a caminar. Estar encerrado aquí es agobiante.

Luca obedeció y en menos de media hora estaban afuera, caminando por la playa de arena rocosa.

-¿Por qué si prometiste responder a mis preguntas, soy yo quien más ha hablado?
-Porque me temo que he cambiado las reglas del juego y, además, tu vida parece más interesante que la mía.
-¿Sabes qué guardo aún?
-¿Qué?
-La franela empantanada de aquel día que nos pusimos a jugar con lodo.
-Estás bromeando.
-No. Nunca la lavé. Es uno de mis tesoros más preciados. Está ya tiesa.
-Yo guardo un vídeo tuyo. Uno en el que te hacen una entrevista, que no entiendo del todo bien, pues está en tu idioma. Pero siempre lo guardé. Fue uno de los primeros indicios de que nada malo te había sucedido.
-¿Temiste que me sucediera algo malo?
-Llegué a pensar que moriste, luego deseé que así hubiera sido.
-Entiendo.
-¿Cuál es tu color favorito?
-¿Ah?
-COLOR. Color favorito.
-Índigo. Eso lo sabías.
-¿Tu bebida no alcohólica favorita?
-Aquarius.
-¿Cantante favorito?
-Depende del momento.
-Yo igual.
-¿Cuál es tu estación del año favorita?
-Primavera.
-Porque naciste en primavera.
-¿La tuya?
-Otoño.
-Porque naciste en otoño.

Caminaron por otro rato, haciéndose preguntas cuyas respuestas ya conocían ambos. Se sentaron en la arena, a ver el mar.

-¿Fruta favorita?
-Manzana. ¿La tuya?
-Uvas. ¿Libro favorito?
- Gerencia para tontos. ¿El tuyo?
-Idiota. Son muchos, como para escoger uno solo. ¿Por qué no me has mirado a los ojos?
-Porque no me siento preparado para nadar.
-¿Nadar?
-Sí, nadar. Tienes una mirada muy profunda y no sé si esté preparado para escapar. ¿Has tenido algún amante o amor?
-Amantes sí, varios. Amor ninguno. No le he permitido a nadie compartir conmigo la hora del sueño.
-¿Por qué?
-No lo sé. Aprendí a obtener la satisfacción de mis necesidades más básicas, sin tener que involucrarme sentimentalmente con nadie. Ya te dije que he caminado solo en estos años.
-Suena triste.
-No lo es tanto.
-¿De qué son tus cuentos?
-Mezcla de varias leyendas y mitos populares, de los países que visito y modernizados. Personajes actuales, que viven esas historias.
-¿Qué hay de tu familia?
-Están bien. Al mismo tiempo molestos y alegres conmigo. Les molesta que no vaya nunca a casa, pero les alegra que haya logrado tantas cosas. ¿Tu familia qué tal?
-Todos bien. Tienes un aspecto demacrado.
-Nunca he sido muy bueno en eso de cuidarme… Odio que me evadas.
-¿De qué hablas?
-Quiero saber de tu vida amorosa. ¿Tienes a alguien?
-Sí. Tengo dos años con la misma persona. Vivimos juntos desde hace poco más de un año.

Luca apretó la mandíbula y trató no sentirse afectado.

-Quiero saber de él.
-Tiene mi edad, y es nativo de este país. Es muy cariñoso, demasiado a veces, e inteligente. Físicamente es agraciado.
-¿Le quieres?
-Bastante.
-¿Estás enamorado?
-Creo que sí.
-Entonces, ¿le amas?
-No.

Miha se mantuvo en silencio por un rato, mirando al horizonte. Sabía cuál sería la próxima pregunta y buscaba las razones para responderla, mas no encontró nada correcto, solo encontró la verdad que tenía atrapada desde hacía mucho tiempo.
-¿Por qué?
-Porque no tiene acento chistoso, ni conoce el mundo; porque sabe pronunciar mi nombre y nunca ha desaparecido; porque es rubio y no castaño; porque tiene ojos azules y fríos, no verdes, vivos y cálidos
-Ehhh…- Luca no sabía qué decir. Sus ojos se colmaron de agua de repente.
-Porque es él.- prosiguió Miha- Porque no eres tú.
-Miha.
-Luca.
-¿Me amas?
-No sé. Solo sé que hoy me siento más vivo de lo que he estado en diez años; solo sé que quiero seguir sintiéndome así. Sé que quiero estar contigo.
-Miha, no sabes cuánto te he extrañado.- ya ni se molestaba en aguantar las lágrimas y las dejó correr libremente por sus mejillas.
-Y yo a ti, bastardo. ¡Vayámonos lejos!
-¿Pero qué hay de tu chico? ¿Qué hay de todo lo que hice?
-No me importa el pasado. Quiero vivir el presente. Y él, bueno, él sabe que nuestra relación es más de comodidad y mutuo que apoyo que de amor.
-¿Pasamos por tu casa a buscar tus cosas?
-No. Compro ropa en el camino o uso cualquier cosa tuya mientras tanto. Tengo mi pasaporte conmigo.
-¿Adónde quieres ir?
-Sorpréndeme. Pero corramos, antes de que razone y me arrepienta. Ésta será la decisión más estúpida o más acertada de mi vida. El tiempo lo dirá
-El tiempo es mudo- dijo tirándolo hacia sí y besándolo con las ganas que se había aguantado durante muchos años.


-¿Seguirás escribiendo?- preguntó más dormido que despierto, recostado en su hombro, mientras el avión se movía bruscamente, y notó que Luca tomaba notas en una pequeña libreta.
-Por supuesto.
-¿Qué escribes ahora?
-Lo que será mi obra maestra.
-¿Sí? ¿Cómo se llamará?
-Pues sí. Se llamará: “La historia del uno y del otro”- respondió, mirando por la ventanilla y acariciando los cabellos suaves de Miha.
-Estoy seguro que será un éxito.

Y vivieron felices… ¡bah! Aprendieron a vivir, cada uno, con sus respectivas virtudes y defectos; aprendieron a amarse y a odiarse, cuando fue necesario; nunca se prometieron amor eterno y aunque Luca se asentó un poco y compró un apartamento, nunca vivieron del todo juntos, pues eran ambos fieros de su independencia y su espacio personal. Aprendieron a ser sinceros y también a mentir con gracia; aprendieron a hacerse el amor de millones de maneras, hasta que sus cuerpos ya no dieron más y pudieron dedicarse, con más pausa, a conocerse bien, a fondo.


Fin.

martes, 11 de mayo de 2010

La historia del uno y del otro. Tercera parte


"¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces, si dices la otra mitad."

Antonio Machado


Despertó con la aurora y vio que su acompañante estaba en el lado extremo de la cama, enredado en sábanas. Dormía profundamente y tenía su grueso cabello desordenado. Él no pudo más que sonreír al verle.

Se levantó muy cuidadosamente de la cama y se duchó y arregló en el mayor silencio posible. El uno seguía durmiendo, imperturbable.
Tenía que trabajar. Este era uno de esos días en los que aborrecía más y más su empleo. Hubiera deseado poder quedarse en la cama con el uno.

Despertó con el pálido sol del mediodía, que se colaba tímido por las ranuras de la persiana, moderadamente abierta. Se volvió a su lado y no vio más que una pila de almohadas.

-Pero, ¿qué dem…?- preguntó al viento, recordando súbitamente que el otro trabajaba y que de seguro se había ido hacía unas cuantas horas.

Recostó su cabeza en una de las almohadas apiladas a la derecha. Aún tenían, las almohadas, su aroma, el del otro. Al cabo de unos minutos, se levantó, perezosamente, del lecho y se dirigió al baño. Recordó que la noche anterior se había acostado, además de atontado, sin cepillarse los dientes; es decir, que su cepillo estaría aún en su equipaje; es decir, que su aliento no era más agradable que el de un león, en ese momento. Buscó entre sus pertenencias y llegó a la conclusión de que había extraviado su cepillo, fuere en un avión o en un aeropuerto, lo había extraviado. Pensó que tendría que registrar las cosas del otro, para ver si encontraba algún cepillo nuevo que él pudiera usar.

Le encantaba la idea de tener una razón “válida” para husmear entre las gavetas del baño; era muy curioso.

El baño era pequeño, como el resto del apartamento. Todos los muebles eran de color beige y el área de la ducha, estaba delimitada por una pesada puerta corrediza de vidrio, completamente transparente. En su opinión, esa puerta era muy sensual. Como el apartamento se encontraba en la última planta del edificio, en el techo del baño había una pequeña claraboya, en forma de cúpula.

Comenzó, entonces, a buscar en los estantes algún cepillo de dientes nuevo. Había, en ellos, un sinfín de productos y cosméticos para el cuidado personal: desodorantes de aerosol, de barra y de roll on; había diferentes marcas de dentríficos , geles de afeitar y geles para después del afeitado, afeitadoras de tres hojillas y varios respuestos para estas. Curioso este hecho, pues Miha era casi completamente lampiño, por no decir imberbe. Había, también, gel de ducha y unos cuantos envases de champú y acondicionador.

Luca abrió todos los envases y olió todos sus contenidos. El aroma de ellos en unidad, le llevaban a la noche anterior y sentía el olor del otro. Leyó todas las etiquetas, aunque algunas estaban escritas en idiomas no conocidos por él. Aun así, intentó, al menos, reconocer los idiomas.

Aunque se entretuvo por un buen rato husmeando y revisando los estantes, no encontró lo que buscaba: el cepillo de dientes. Pues, se decidió a usar el cepillo del otro, pensando en que sabía cuál había sido el último lugar donde había estado su boca.

Luego de cepillarse, tomó una ducha, no muy larga, porque le aburría estar bajo el agua mucho tiempo. En la ducha había una pequeña ventana, a través de la cual podía ver la urbanización enclavada en esa “ciudad” del septentrional país. Le gustaba ver el paisaje semi urbano mientras se bañaba. La imagen ante sus ojos, se le antojaba agradable.

Una vez vestido, fue a la cocina y buscó algo para desayunar. No era especialmente bueno en la cocina y como todo lo que encontró era a prueba de tontos, decidió sencillamente fumar un cigarro a forma de desayuno, en la ventana, como le había pedido Miha.

Luego de una hora, se encontraba completamente aburrido. Odiaba ver televisión, no veía ninguna computadora que pudiera usar y no había llevado libro alguno; así que decidió dar un paseo. Turistear, como dirían en su país.

Eran las tres de la tarde. El clima era, más que frío, templado. Había mucha brisa, que le desordenaba, más, el cabello.

Caminó por un rato, algo decepcionado, porque de verdad no había mucho que ver. La gente era pálida, en ese lugar. Él desentonaba un poco, porque su piel era mucho más colorida o colorada. Como quieran llamarlo.

Vio un relámpago encenderse fugazmente en el horizonte y se detuvo en seco. Jamás había visto un relámpago semejante y jamás había escuchado un trueno de tal magnitud como el que le siguió. A los pocos minutos, empezó a llover; primero moderadamente, luego se convirtió en un aguacero.

La gente a su alrededor corría, pero él simplemente dejaba que la lluvia lo mojase. Al menos eso hizo por unos minutos. Hasta que el frío caló por completo en sus huesos y empezó a buscar refugio. Curiosamente, tuvo que caminar un buen rato, empapado, hasta encontrar un restaurante que, aunque pequeño, se veía lujoso. Sabía, de antemano, que no le dejarían permanecer ahí si no consumía, así que decidió almorzar, mientras dejaba de llover.
Estaba empapado, sus ropas y cabellos escurrían agua.

-¿Mesa para cuántos?- preguntó un mesonero que no sería un año mayor que él.
-Para mí, nada más.
-Está usted empapado, monsieur.
-Vamos. No debes ser tan educado conmigo. Debemos tener la misma edad. Y sí, agarré todo el aguacero para mí solo. ¿Hay alguna zona de fumadores?
-No. En este país está prohibido fumar en negocios y locales.
-¡Estupendo!

Se sentó en una mesa cercana a la ventana, a través de la cual podía ver aún la lluvia copiosa y constante. Él seguía empapado y se dio cuenta de que su franela era blanca, así que tenía, prácticamente, el torso desnudo. Se secó un poco la cara y los brazos con una servilleta de tela.

Ordenó lo primero que encontró en las “sugerencias del chef”, sin reparar mucho en qué consistía el plato. Para su sorpresa, la comida estaba sencillamente divina. Tanto que no pudo terminárselo. Pensó que tendría que llevar a Miha a probar eso.

Poco tiempo luego de poner los cubiertos a las cuatro y veinte, el camarero se acercó.

-¿Qué tal?
-¡Excelente!
-Pero ni lo terminó.
-Estoy atiborrado- mintió.- El chef de acá ha de ser una eminencia.
-Hablando de eso, señor…
-Luca. Simplemente Luca, sin el señor.
-Luca, sí. Hablando de eso, Luca, el chef ha de haber encontrado algo especial en usted, pues me ha impedido cobrarle la cuenta.
-¿Qué demonios?
-No pareces muy contento con la idea.
-Al contrario, amo las cosas gratis. Pero, ¿qué podría haber encontrado el chef en mí?
-Es un tipo muy raro él, algo excéntrico. Me dijo que te ofreciera un digestivo, mientras él salía para conocerte.
-Wow. Bueno, de acuerdo.
-Te traeré el más exótico de nuestros digestivos.

A los cinco minutos, se apareció el camarero con un licor que era tan común en el país del uno, como el mal tiempo en el país donde vivía el otro.

“Exótico, sí que sí” penso el uno, mientras tomaba el dulce licor, esperando ansiosamente por el tal chef.

-¿Por qué estás tan mojado?
-¡Miha! Eres tú el chef.- dijo el uno dándose vuelta al reconocer la voz del otro a sus espaldas.
-Menos mal soy yo, o te hubieras ido con cualquier otro chef que te encontrase fascinante.
-¡Oh, calla!
-¿Te gustó lo que preparé?
-Nunca había probado algo mejor.
-Eres un adulador.
-¡No! Se lo comenté al camarero antes de saber que eras tú el chef.
-Deberíamos volver al apartamento. No quiero que te resfríes.
-Pero si ni hace frío.
-Porque acá dentro hay calefacción, genio.
-Oh, claro. Lo supuse.
-Dejé el carro en casa, en caso de que quisieras utilizarlo.
-Jamás conduciría tu auto.
-¿Por qué?
-Porque en este país el volante está del otro lado.
-¿Y…?
-Y porque soy un pésimo conductor.
-Menos mal eres sincero.

Salieron del restaurante y caminaron de vuelta a casa. Eran unas seis cuadras.

Ya no llovía, pero había una fuerte brisa que congelaba a Luca hasta los huesos.
En algún momento del camino, el uno decidió que el otro estaba demasiado seco para su gusto, así que empezó a saltar en un charco y mojó a Miha.

-¡Maldito!
-¡JAJAJAJAJA!
-¡Te voy a matar!- gritó el otro persiguiendo al uno.

Corrieron un buen trecho. El uno llevaba algo de ventaja, pero sus pasos eran torpes y se cansaba muy rápido, así que el otro le alcanzó rápidamente. Empezaron a mojarse y lanzarse barro.

Terminaron riendo, como dos infantes, y llegaron al apartamento sucios, mojados, fríos y con el pecho agitado.

-Mira, en esta cesta había paraguas. Tenlo en mente para la próxima. Son necesarios, casi a diario, en este país.
-Oh, ni reparé en la existencia de esa cesta. ¿Por qué hay tantos?- preguntó el uno, notando que había unos quince paraguas de diversos colores y tamaños.
-Los colecciono. Tengo más en el armario. Me gusta combinarlos con mi ropa.
-¡Qué tontería!
-¿No son necesarios en tu país?
-Claro que sí. Tenemos una temporada en la que llueve muchísimo. Pero yo siempre olvido tomarlo y vivo mojándome. No me importa mucho.
-Eres un desastre, un lindo desastre- dijo besándole la frente.- ¿Quieres tomar una ducha?
-Sí. Contigo.
-Pensé que el “conmigo” estaba implícito.

Pronto se encontraron desnudos, bajo la ducha y rodeados por una densa nube de vapor.

Miha bañó a Luca como si fuera un niño pequeño: aplicó champú y acondicionador en sus cabellos; enjabonó todo su cuerpo, hasta detrás de las orejas y también su zona noble, que respondió con rapidez.

Luca sentía las manos jabonosas del otro por todo su cuerpo y hacía esfuerzos sobrehumanos para no perder el control. Tenía un cuerpo muy sensible y todo le producía cosquillas.
Aunque hubo un momento de tensión, sexual, ambos se controlaron y se dedicaron solo a bañarse.

-Parece que alguien estuvo revisando las gavetas, o hubo un terremoto mientras no estaba.
-Es que olvidé mi cepillo de dientes y buscaba uno.
-Puse uno nuevo justo al lado del mío.
-Ay, no lo vi. Lo siento.
-Eres verdaderamente desordenado.
-¿Yo? ¡NO! Tú tienes un trastorno compulsivo con el orden.
-Es más como que tú tienes una obsesión con el desorden.
-Sí. Eso tiene mucho sentido- dijo riendo y dándole la espalda para salir del diminuto baño.

Empezó a buscar qué ponerse. En su maleta solo encontraba jeans y él quería algo cómodo.

Le miraba, desde el umbral del baño, aún en toallas, mientras buscaba qué ponerse y reía, pues Luca parecía muy concentrado en desorganizar su equipaje por completo.

-Creo que no traje pijamas. ¿Tendrás una que me prestes?
-¿En dos maletas, no pudiste traer UNA pijama?
-¿Eres sordo o te haces?
-No eres muy simpático, ¿sabes?
-Sí…
-Por tu antipatía, tendrás que quedarte en paños menores.
-De acuerdo- dijo con una sonrisa odiosa en su boca, poniéndose unos calzoncillos y una franela sin mangas. Tenía mucho frío, pero era más fuerte su orgullo.

-Nunca me dijiste, por fin, qué traes en la otra maleta.
-Ah, ven. Te enseño.

Abrió la maleta y el otro pudo ver en su interior un montón de cosas, meticulosamente ordenadas: había, al menos, cinco botellas de vino, botellas de aceite, ropa, cervezas, libros, chocolates, quesos…

-¡Me dijiste que no habías traído más ropa!
-Porque nada de esto es mío. Todo es tuyo, solo que no tuve tiempo de envolverlo en papel de regalo.
-¡¿Qué?!
-Excepto las botellas de vino, claro. Esas sí tendrás que compartirlas conmigo-dijo sin darle mucha importancia al asunto.
-¿Por qué trajiste tantos regalos?
-Es en mi país una costumbre llevar regalos cuando visitas a algun ser querido. Imagínate si es un ser amado.
-Pero debes haber gastado mucho dinero.
-No mentiré: mi tarjeta de crédito quedó algo comprometida.
-No tenías que hacerlo.
-Cállate y revisa lo que te traje.
-Haces el más dulce de los detalles, siendo el más ácido de los acompañantes.
-Ay, ¡ven, ven!- dijo con voz de niño y abrazándole por la espalda mientras el otro sacaba cosas de la maleta.

Luca le explicaba poco a poco la razón de cada cosa, porque todo tenía una razón.

-Esta franela, porque es púrpura y te debes ver muy bien con ese color; y esta porque, casualmente, tiene una M y una L dibujadas, cursi, ¿no?; este vino…. Este es mi queso favorito… el chocolate de mi país es el mejor… esto lo bebemos en verano…
-Espera un momento. ¡Estas cervezas no son de tu país, son del mío!
-¡Genio! La cerveza nacional apesta y vi que éstas decían “Made in…” como sea que se pronuncie y las compré.
-Eres perfecto.
-Si el alcoholismo te parece perfecto, entonces sí.
-¿Un delantal?
-¿No eres chef, pues?
-Por eso, tengo miles.
-Pero éste es especial. ¡Ábrelo!

Al abrir el delantal, vio que tenía estampado el cuerpo perfecto de alguna escultura en mármol.

-Sí. Lo compré en una tienda de souvenirs. Me pareció hilarante.
-Bueno, trajiste comida. Supongo que cocinarás.
-Claro. Por eso, si te fijas, traje mi propio aceite de oliva, porque el de mi país es el mejor.
-Fanfarrón.
-Hasta la sepultura.

Miha escuchó, desde el cuarto, como el uno golpeaba cosas y hacía un desastre en su preciada cocina; también escuchó una que otra maldición y algo de vidrio que se rompía.

-¡Voilà!- dijo Luca al cabo de unos treinta minutos.- Lo único que sé hacer. En el pueblo de mi madre lo comen en pascua y lo llaman “El plato de los pobres” porque lleva solo pan, tomates y aceite.
-¡Está buenísimo!
-Eres el ser más mentiroso del mundo.
-No miento- dijo sin poder mirarle a los ojos.
-Claro que sí. Lo hice mal a propósito. La cena está servida, en el comedor.
-¡Juegas sucio!
-Nunca le mientas a un mentiroso.
-Pero de verdad no estaba tan malo...