"If you can dream it, you can make it."
Walt Disney
Caminaba solo, en círculos, alrededor del mismo lago que veía a diario; ese que cuando llegó estaba cubierto por una fina capa de hielo; el mismo que luego fue el centro de un hermoso cuadro primaveral y también, más adelante, fue el testigo de las noches en las que él y sus amigos celebraban la calidez de la luna del verano, con el vino más barato del mercado.
Caminaba sin una razón específica, quizás para disfrutar la belleza falsa de ese oasis construido por la mano humana; quizás para escapar del reino de concreto y plástico donde pasaba la mayor parte de sus días; o quizás lo hacía para sentir por última vez el calor de un sol que se volvería cada vez más un extraño.
No llevaba puestos sus audífonos, algo raro en él, pues era un solitario; se conformaba con la melodía del viento y el sonido de las hojas al crujir bajo sus pasos. Era ese crujir el que lo mortificaba, pues lo asociaba al otoño, que se acercaba violentamente, como quien está seguro de ganar una batalla, enfriando el aire, matando las hojas, humedeciendo la hierba, escondiendo el sol.
Cada hoja ocre en el suelo le recordaba el poco tiempo que faltaba para su cumpleaños. Se preguntaba cual era el alboroto que sentía la gente (él mismo) por los cumpleaños. Al fin y al cabo, pasaban todos los años, uno tras otro y en su sentido más puro no marcan más que cuanto nos alejamos de la juventud.
Pronto celebraría su vigésimo segundo año de existencia. "Ya no eres un niño" se decía a sí mismo. No tenía con él nada material que le recordara a su infancia, algo que le parecía un crimen. No tenía a su lado a nadie con quien hubiera vivido sus primeros años: algunos de ellos ya no vivían y los que quedaban estaban todos lejos. No conservaba a su lado nada ni nadie de su infancia o su temprana adultez. Incluso su hermano se había convertido en un portal electrónico que enviaba palabras a las cuales él le buscaba el sentido, intentando poner la voz que él recordaba a cada una de las sílabas que leía.
En la recta final de sus largos ventiún años se preguntaba, lo que el consideraba que toda persona con un mínimo de sensatez debía preguntarse: "¿Qué he hecho con mi vida?". Una pregunta difícil y traicionera.
Cuando otros le preguntaban sobre su futuro, él solía evadirles, esquivarles, principalmente porque él mismo no tenía la respuesta. Si bien es cierto que detuvo sus estudios y que al cabo de un año no los había retomado, no se arrepentía. No se arrepentía de haber dejado una carrera que siempre fue su plan B, y como siempre termina pasando con las segundas opciones, terminó decepcionándole. También era cierto que en ese lugar se encontraba solo, sin nadie de su familia cerca; era cierto que desde que dejó su país de origen dejó de ser "el hijo de..., el hermano de... e incluso el novio de...", pero eso, lejos de entristecerlo, lo alegraba, pues ahí tuvo que crearse un nombre propio y empezar a ser él, sin padre, sin hermanos, sin familia, simplemente él; que lo que se supiera de él sería lo que el quisiera que fuese sabido. La gente solo lograría ver su presente y quizás algunos su futuro.
¡Oh, el futuro! Ese individuo por quien todos se preocupan, algunos hasta un punto de olvidar el presente. En su opinión era inútil vivir en el ayer, al igual que lo era vivir en el mañana. La vida es hoy. Ayer ya se esfumó, mañana ni siquiera sabía si estaría vivo.
No sabía, al menos claramente, qué quería él para los años venideros; pero de algo estaba seguro y era que la idea de vivir atrapado en una oficina con el culo pegado a una silla de frente a un escritorio le erizaba la piel. Al igual que la idea de levantarse todos los días al lado del mismo cuerpo, mañana tras mañana y así hasta el ocaso de su existencia. La libertad lo era todo para él. Ella se volvió su amo y él a su vez se fue acostumbrando más a su vida como esclavo de una utopía, pues bien creía que la libertad no existía.
Sentado, a las orillas del lago, pensó de repente en cuanto extrañaba a sus amigos y le emocionaba la certeza de un reencuentro no muy lejano. Quería ver a su familia, pero sería en un hogar que ya no era suyo; quería ver a sus amigos, viviendo vidas que nada tenían que ver con la de él; quería hablar su idioma, que no era más su lengua del día a día y en la que muchas veces cometía errores. Podría decirse que lo que buscaba con esa vuelta al lugar de origen era la desulisón. Para muchos, gastar unos cuantos euros en un viaje que buscaba alejarlo más de sus orígenes, podría parecer una idea descabellada; pero para él era la idea más brillante del mundo. Nunca se sintió a gusto con su vida en su país y aunque hacía ya casi dos años que habia partido, siempre quedaba la duda del "y si no hubiera partido...", como es normal en todos los humanos, cuando toman decisiones importantes. Período hipotético de la posibilidad. Quería volver a su lugar de origen, solo para terminar de darse cuenta que ya para él no había nada allí; que tendría que seguir buscando, muy lejos, su lugar en el mundo.
Acostado en la hierba fría, intentaba buscar una respuesta, una señal divina, y después de una calada al cigarrillo, que le hizo pararse para toser; todo cobró sentido en un segundo y se sintió tan feliz y emocionado que tuvo que gritar, aunque sabía que los únicos que escucharían serían la luna y los árboles:
"Al parecer, sí debemos hacer con nuestras vidas lo que soñábamos cuando teníamos dieciséis años.
Por eso ya no escribo tanto sobre viajes y ciudades de calles empedradas, porque ahora he viajado y he caminado sobre esas piedras; no he escrito más historias de amor, porque al fin logré conocerlo, al amor, y llorar por él y decirle adiós, para siempre. Ya no me mato en una escuela de idiomas estudiando verbos y aprendiendo palabras, porque aquí las aprendo día a día a los golpes y para sobrevivir.
Hoy, por fin, me doy cuenta por qué me levanto día a día: porque una vez tuve un sueño y hoy lo estoy viviendo."
PD: Este es apenas el comienzo de mi sueño. Gracias a quienes lo han compartido conmigo, aun desde lejos. Las menciones sobran, porque están más que implícitas.
Au revoir, terrícolas.
L'Agelček
Caminaba sin una razón específica, quizás para disfrutar la belleza falsa de ese oasis construido por la mano humana; quizás para escapar del reino de concreto y plástico donde pasaba la mayor parte de sus días; o quizás lo hacía para sentir por última vez el calor de un sol que se volvería cada vez más un extraño.
No llevaba puestos sus audífonos, algo raro en él, pues era un solitario; se conformaba con la melodía del viento y el sonido de las hojas al crujir bajo sus pasos. Era ese crujir el que lo mortificaba, pues lo asociaba al otoño, que se acercaba violentamente, como quien está seguro de ganar una batalla, enfriando el aire, matando las hojas, humedeciendo la hierba, escondiendo el sol.
Cada hoja ocre en el suelo le recordaba el poco tiempo que faltaba para su cumpleaños. Se preguntaba cual era el alboroto que sentía la gente (él mismo) por los cumpleaños. Al fin y al cabo, pasaban todos los años, uno tras otro y en su sentido más puro no marcan más que cuanto nos alejamos de la juventud.
Pronto celebraría su vigésimo segundo año de existencia. "Ya no eres un niño" se decía a sí mismo. No tenía con él nada material que le recordara a su infancia, algo que le parecía un crimen. No tenía a su lado a nadie con quien hubiera vivido sus primeros años: algunos de ellos ya no vivían y los que quedaban estaban todos lejos. No conservaba a su lado nada ni nadie de su infancia o su temprana adultez. Incluso su hermano se había convertido en un portal electrónico que enviaba palabras a las cuales él le buscaba el sentido, intentando poner la voz que él recordaba a cada una de las sílabas que leía.
En la recta final de sus largos ventiún años se preguntaba, lo que el consideraba que toda persona con un mínimo de sensatez debía preguntarse: "¿Qué he hecho con mi vida?". Una pregunta difícil y traicionera.
Cuando otros le preguntaban sobre su futuro, él solía evadirles, esquivarles, principalmente porque él mismo no tenía la respuesta. Si bien es cierto que detuvo sus estudios y que al cabo de un año no los había retomado, no se arrepentía. No se arrepentía de haber dejado una carrera que siempre fue su plan B, y como siempre termina pasando con las segundas opciones, terminó decepcionándole. También era cierto que en ese lugar se encontraba solo, sin nadie de su familia cerca; era cierto que desde que dejó su país de origen dejó de ser "el hijo de..., el hermano de... e incluso el novio de...", pero eso, lejos de entristecerlo, lo alegraba, pues ahí tuvo que crearse un nombre propio y empezar a ser él, sin padre, sin hermanos, sin familia, simplemente él; que lo que se supiera de él sería lo que el quisiera que fuese sabido. La gente solo lograría ver su presente y quizás algunos su futuro.
¡Oh, el futuro! Ese individuo por quien todos se preocupan, algunos hasta un punto de olvidar el presente. En su opinión era inútil vivir en el ayer, al igual que lo era vivir en el mañana. La vida es hoy. Ayer ya se esfumó, mañana ni siquiera sabía si estaría vivo.
No sabía, al menos claramente, qué quería él para los años venideros; pero de algo estaba seguro y era que la idea de vivir atrapado en una oficina con el culo pegado a una silla de frente a un escritorio le erizaba la piel. Al igual que la idea de levantarse todos los días al lado del mismo cuerpo, mañana tras mañana y así hasta el ocaso de su existencia. La libertad lo era todo para él. Ella se volvió su amo y él a su vez se fue acostumbrando más a su vida como esclavo de una utopía, pues bien creía que la libertad no existía.
Sentado, a las orillas del lago, pensó de repente en cuanto extrañaba a sus amigos y le emocionaba la certeza de un reencuentro no muy lejano. Quería ver a su familia, pero sería en un hogar que ya no era suyo; quería ver a sus amigos, viviendo vidas que nada tenían que ver con la de él; quería hablar su idioma, que no era más su lengua del día a día y en la que muchas veces cometía errores. Podría decirse que lo que buscaba con esa vuelta al lugar de origen era la desulisón. Para muchos, gastar unos cuantos euros en un viaje que buscaba alejarlo más de sus orígenes, podría parecer una idea descabellada; pero para él era la idea más brillante del mundo. Nunca se sintió a gusto con su vida en su país y aunque hacía ya casi dos años que habia partido, siempre quedaba la duda del "y si no hubiera partido...", como es normal en todos los humanos, cuando toman decisiones importantes. Período hipotético de la posibilidad. Quería volver a su lugar de origen, solo para terminar de darse cuenta que ya para él no había nada allí; que tendría que seguir buscando, muy lejos, su lugar en el mundo.
Acostado en la hierba fría, intentaba buscar una respuesta, una señal divina, y después de una calada al cigarrillo, que le hizo pararse para toser; todo cobró sentido en un segundo y se sintió tan feliz y emocionado que tuvo que gritar, aunque sabía que los únicos que escucharían serían la luna y los árboles:
"Al parecer, sí debemos hacer con nuestras vidas lo que soñábamos cuando teníamos dieciséis años.
Por eso ya no escribo tanto sobre viajes y ciudades de calles empedradas, porque ahora he viajado y he caminado sobre esas piedras; no he escrito más historias de amor, porque al fin logré conocerlo, al amor, y llorar por él y decirle adiós, para siempre. Ya no me mato en una escuela de idiomas estudiando verbos y aprendiendo palabras, porque aquí las aprendo día a día a los golpes y para sobrevivir.
Hoy, por fin, me doy cuenta por qué me levanto día a día: porque una vez tuve un sueño y hoy lo estoy viviendo."
PD: Este es apenas el comienzo de mi sueño. Gracias a quienes lo han compartido conmigo, aun desde lejos. Las menciones sobran, porque están más que implícitas.
Au revoir, terrícolas.
L'Agelček
3 comentarios:
me gusta mucho beaugoss. Sentí una parte de mi también reflejada en muchas ideas que ahí describes, yo igual que tu me he sentido así en algunos momentos de mi vida. Estoy a la espera de partir y buscar un hoy en algún otro rincón del mundo.
Tuvo que pasar un año para que volvieras a escribir en esta especie de libreta de notas que alguna vez nos mantuvo unidos... Gracias por volver. Por enseñarnos que las casualidades tienen su causalidad, aunque eso no exista.
Gracias por crecer y darte cuenta de dónde no está tu lugar y hacia dónde te vas proyectando. Yo ahora vivo la transición. El ¿ya soy adulto? y no me dí cuenta cuándo llegó el momento.
Confío en que algún día nos volveremos a encontrar.
Te mando un beso enorme. Y un abrazo congelado.
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