jueves, 28 de mayo de 2009

Moi, je suis retourné!

Hoy he vuelto luego de algunas semanas de ausencia en mi pequeña ventana de realidad virtual simulada. Semanas en las cuales viví un huracán de emociones con las que aprendí dos cosas fundamentales:

1. Sí puedo llegar a estar entregado a una relación.
2. Muchas personas son necesarias mas jamás indispensables.

Aprendí que debajo de mi coraza irónica de frialdad y ego existe una persona capaz de enamorarse de alguien, profundamente. Aprendí que no estaba tratando de alargar una relación ideal, estaba alargando el fin de la misma, y eso no sirve. Aprendí a permitir que algo me afectara realmente porque, de hecho, tengo sentimientos y mi hedonismo es bastante particular: puedo encontrar placer y plenitud en el placer de otros (Y no hablo solo de sexo).

Aprendí que el existencialismo es algo con diversas aplicaciones: al igual que no es lo mismo ser que estar, ser parte de una relación no es lo mismo que estar en una relación. Ser parte de ella va mucho más allá que un simple estar.

Corroboré que tengo los mejores amigos del mundo, que están conmigo aun cuando m e vuelvo un niño emo insufrible.

También vi que de verdad nadie es indispensable, que el mundo no se detendrá por mi malestar, que quien ayer era parte importante de mi vida hoy es simplemente un recuerdo del pasado.

Vi con mis propios ojos la desolación, sentí dentro de mí la ansiedad y la paranoia, cargué en mi espalda el peso de la decepción. Pero, surgí airoso de todo ello, como el más gentil de las aves fénix. Con ayuda de las personas que me han demostrado ser mucho más que simples amistades pasajeras.
Logré entender que la vida te tumba, pero a la vez te da las herramientas para levantarte y sonreír.

Seguí consejos de “No idealizar” y luego de hacerlo me di cuenta que ha sido una de las cosas más sabias que me jamás me hayan dicho. Gracias, Sol.

Descubrí que en algo, esa persona, sí tenía razón y es que, por más disfuncional que sea, la estabilidad no está mas que en mí mismo. Todo aquel no sea yo no puede darme estabilidad, aunque pueda influir en ella de forma significativa.

Hoy soy una persona nueva, con bastantes aprendizajes que poner en práctica.

Entonces, cerramos el telón, limpiamos todo el desastre y abrimos un escenario nuevo con “Otra historia que contar”. Siempre con mis fieles amigos y con gente nueva que valga la pena. Hay que deshacerse de la gente que no me aporta nada.

Agradecimientos especiales: Javier, Jatnna y Janeth (Mi trilogía de las JA) también a Angel, Daniel, Briella,Sol, Érika y mis otras putas. A Adrián, por supuesto. Helena y Marcy. Y, naturalmente, a Matías y Ada. Gracias y un fuerte abrazo.

Au revoir, terrícolas. Je suis retourné!

L’Angelček.

PD: I’m into a winner. As it should be, of course.
PD2: Sebastián, la segunda parte y el “LETIMUNDO” vienen en camino.



domingo, 10 de mayo de 2009

ALTEREGO: Elogio a la locura. Narraciones de Sebastián.

Bienvenidos a una nueva fase de mi blog. Se llama ALTEREGO. Me Dio de repente por crear personajes y dejar de escribir toda la basura sentimental que he escrito últimamente. Entonces, hoy les presento a mi primer personaje: Sebastián. Una persona bastante peculiar.




“Hola. Me llamo Sebastián y estoy loco. No, no digo que estoy loco por estar a la moda y decir que soy loco porque me emborracho los fines de semana, me tiño el cabello y soy irreverente. Si al caso vamos la irreverencia no existe, solo existe una copia de quienes fueron irreverentes en épocas pasadas.

Estoy loco, de verdad lo estoy. Mi mente está llena de demonios que jamás me abandonan, se muestran como voces. Voces que me dan órdenes, que me aconsejan y que me desesperan. Las odio y a la vez las amo, a ellas, mis voces. No puedo amarlas porque gracias a ellas estoy como estoy… LOCO, pero ¿Cómo odiarlas? Son las únicas que jamás me han abandonado. Para bien o para mal ellas están siempre ahí, omnipresentes.

Tengo 22 años y no he ido a la universidad. Me gradué a duras penas de bachiller cuando tenía 20 años. Mis estudios se vieron comprometidos por mis temporadas en clínicas psiquiátricas. No creo que algún día vaya a la universidad. Soy un peligro para la sociedad, lo cual es paradójico porque vivo en una sociedad bastante peligrosa por sí misma.

Soy joven, bastante joven y, sin embargo, aparento muchos más años de los que tengo. En este mundo de la locura la vejez y el desgaste tienen un efecto más fuerte que en los cuerdos. No hay nada que más desee un loco que poder pasar desapercibido.

No tengo amigos. Parece que no le agrado a nadie o es más bien que nadie se atreve a hablarme porque suelo atemorizar a las personas. Lo más cercano a amigos que he tenido han sido mis compañeros de las diversas clínicas donde he estado recluido. A algunos los recuerdo con cierto aprecio.

Jamás tuve amigos, ni siquiera cuando era pequeño y asistía al colegio. A las madres no les gustaba que sus hijitos me hablaran o socializaran conmigo. Eso es, de hecho, una de las razones por las cuales mi familia empezó a odiarme. Gracias a mí la gente empezó a hablar de mi trastorno como una enfermedad del grupo familiar y no mía solamente. Nunca he tenido nada propio, ni siquiera mi trastorno mental. Tampoco tengo un juicio propio, todas mis acciones están en gran medida condicionadas por mis voces, que me dicen que debo y no debo hacer. Triste.

Hablando de mis voces, las escucho desde que tengo memoria. Antes eran mucho menos fuertes, claro, pero aun así estaban ya desde que yo era muy pequeño.

Cuando cumplí 17 años fui internado por primera vez en una clínica psiquiátrica debido a un percance donde casi mato a un compañero de clases porque me arrebató un cuaderno. A partir de ahí me diagnosticaron esquizofrenia. Fue un golpe duro para mi familia, que, aunque nunca me quiso mucho, tenía la esperanza de que pagando una clínica costosa me curaría rápido. No fue así. Todo el problema de mi esquizofrenia fue un golpe duro para mi familia que intentaba como fuera posible ser normal. Yo ya olvidé el concepto de normalidad, es decir mi normalidad es diferente a la de todos ustedes.

He estado hospitalizado en 3 sanatorios diferentes. La primera vez fue a los 17 años, luego del incidente con mi compañero de clases. El sanatorio de llamaba Saint Rémy. Sí, Saint Rémy, igual al que ese famoso pintor holandés asistió por un período de tiempo. Van Gogh es que se llamaba, ¿no? En ese sanatorio intentaban, además de “curar” a los locos, incluirlos en clases magistrales de arte, música, pintura, danza. Algo muy loco de verdad, generalmente las clases de pintura terminaban siendo una explosión de colores debido a la alterabilidad de los pacientes y el poco tacto del personal “especializado”. Siempre pensé que esas clases lo que hacían era desestabilizar mentalmente a los pacientes, es decir, desestabilizarlos aún más. Recuerdo haber visto surgir unos cuantos Jesucristos y Napoleones en ese hospital.

Nunca fui bueno en ninguna de esas clases. Solo he sido bueno para tres cosas en mi vida: leer, escribir y causar problemas. En esta última me destaco.

Empecé a tomar medicamentos en Saint Rémy, recetados por un psiquiatra y administrados por enfermeras. Aún hoy tomo miles de pastillas, es imposible que las deje algún día. Tomo antipsicóticos, para la esquizofrenia, pero estos me hacen un daño progresivo en los riñones, por lo tanto tomo diuréticos, que me causan hipertensión, tomo medicamentos para la hipertensión. Sufro de migrañas, entonces tomo triptanes, que me crean nauseas y deben ser tratadas con otros medicamentos. Además sufro de períodos de depresiones que deben ser tratados con antidepresivos, somníferos y en algunos casos medicamentos para no perder el apetito porque generalmente termino en un estado de anorexia nerviosa. Tomo medicamentos para los medicamentos.

Estoy bastante jodido para ser solo un joven que podría estar emborrachándose todos los fines de semana en los bares más famosos de la ciudad. Si tan solo fuera normal…

Jamás he tenido una novia, nunca me han dado un beso, nunca he escuchado un “te quiero”. Solamente he escuchado “Compórtate, Sebastián”, “Trata de parecer normal, Sebastián”, “No hagas eso, Sebastián”, “Toma la maldita pastilla, Sebastián”. Sebastián, Sebastián, Sebastián, Sebastián, al parecer mi nombre se ha convertido a través del tiempo en un arma para reprenderme. Sí, ya Sebastián perdió el significado que tenía y ahora parecer ser solo un sinónimo de “Loco de mierda, Sebastián”.

A veces me pregunto si este hombre que mencioné antes, Van Gogh, habrá sido también esquizofrénico. ¿Le habrán dicho sus voces que pintara? Tengo entendido que él pintaba compulsivamente, yo escribo compulsivamente todas las ideas dispersas y sueltas que tengo en la mente. He llegado a escribir en paredes completas, servilletas, paños, folletos, etcétera. Yo creo no estar tan jodido como él, aunque sea tengo orejas… por ahora.

No sé por qué escribo todo esto… ya olvidé mi idea. Ah sí, ya recuerdo: planeo morir pronto y no quería que mi vida pasara en completo secreto.

Por hoy no tengo más nada que decir, pronto volveré.”



Sebastián

miércoles, 6 de mayo de 2009

Una fábula

No hay nada que más me hiera que una sonrisa forzada… ¿Para qué sonreír con los labios si tus ojos están tristes?

No hay nada que más moleste que una presencia inquieta, que debilita mis defensas.
Cuando estoy adentro y fuera de la habitación… ni a derecha ni a izquierda…
… en las riveras del rio que sueño nítido, nítido.

Lo eterno de tus palabras, esparcidas.
Quiero escribir “Tú” en una hoja sin nombre.
Quiero contar una historia transparente.
Quiero olvidarme del vacío que tengo en el estómago desde hace días.

No hay nada más extraño que el normal silencio de reflexión, cuando el viaje acaba.

Somos todos ingratos. No sabemos ser delicados sin decir “amor” y pensar en la muerte. Nítido, nítido.

Quiero escribir “Tú” en una hoja sin nombre.
Quiero contar NUESTRA historia transparente.

Sin jamás contar las páginas,
Sin jamás preocuparnos por el FIN.